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Netanyahu en París: Paradoja I Cinismo por doquier

04/02/2015

Tras los atentados de París y la consiguiente y lógica manifestación de rechazo, los gobernantes de varios países europeos han comenzado a tomar medidas para combatir la amenaza del terrorismo islamista. Con estas medidas, como era de esperar, se han puesto de manifiesto una serie de paradojas que conviene analizar con detenimiento.

Posiblemente la mayor incoherencia que se ha puesto sobre la mesa es que un atentado contra la libertad tenga como respuesta la restricción de la misma. No es, ni mucho menos, la única de las contradicciones: en el último mes, la secta islamista nigeriana Boko Haram ha asesinado a más de 2000 personas –hecho que, comparado con los atentados de París, prácticamente no ha tenido eco- o la circunstancia que, en diversos países de mayoría musulmana, algunos de sus gobernantes y ciudadanos se preocupen más por la aparición de una caricatura de Mahoma en la portada de una revista que por la muerte de inocentes en manos de radicales sin escrúpulos.

Igualmente, se ha subrayado la presencia de Netanyahu en París, no tanto por el cinismo que implica su participación en la manifestación como por el hecho insólito de que no había sido invitado, en un momento en que Israel está en plena efervescencia electoral de cara a los comicios del 17 de marzo. Querría ir un poco más allá de esta visión en clave electoral, ya de por sí execrable, por la instrumentalización del dolor en beneficio propio. Pero empecemos por hechos. 

Después de los ataques terroristas y la convocatoria de una marcha multitudinaria, Netanyahu mostró su deseo de asistir, pero François Hollande, que no tiene buenas relaciones con el primer ministro israelí, y con la finalidad de no desviar el foco de atención hacia el conflicto entre Israel y Palestina, le pidió que no asistiera, tal y como hizo con Abu Mazen, presidente de Palestina. Aunque inicialmente Netanyahu aceptó no acudir a la manifestación por "razones de seguridad", finalmente decidió asistir -según algunos medios de comunicación israelíes- al percatarse de que dos de sus rivales políticos en las elecciones legislativas, Avigdor Lieberman, del partido de extrema derecha nacionalista, Israel Beitenu, y Naftali Bennet, del partido que representa los intereses de los colonos israelíes, Hogar judío, asistirían. La reacción en el Palacio del Eliseo no se hizo esperar y su réplica fue invitar al presidente palestino. Pero la desfachatez del primer ministro israelí fue aún más lejos, ya que, además de participar en una manifestación en la que no estaba invitado, se coló en la cabecera y se ubicó a sólo dos posiciones a la derecha del presidente francés, tal como apareció en varios medios de comunicación. Pero, dejando de lado la desfachatez de Netanyahu y una interpretación en clave electoral, cabe hacer una lectura más profunda. 

Unos días antes de viajar a Francia, Netanyahu instrumentalizó la muerte de judíos durante los ataques terroristas de París, instando a la comunidad judía francesa a hacer aliyá (inmigración a Israel) y recordando que el estado de Israel no es solamente el lugar donde los judíos dirigen sus plegarias, sino que también es su casa. Es decir, incidió en la consigna del pensamiento político sionista, que defiende un estado judío para los judíos, que discriminan a los no judíos y que proporciona la nacionalidad a cualquier judío del mundo que emigre a Israel mientras que deniega el derecho de retorno a su tierra a millones de refugiados palestinos. 

De hecho, no es casual la iniciativa del actual ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Avigdor Liberman, que ofreció a las familias de los judíos muertos durante los ataques terroristas la posibilidad de enterrar a sus familiares en Jerusalén, como finalmente ocurrió, reforzando la idea de que Israel es la verdadera patria de los judíos. No es de extrañar, entonces, teniendo en cuenta esta interferencia externa sobre los casi 600 mil judíos con ciudadanía francesa, que el gobierno galo se indignase y el ministro de Interior, Manuel Valls, afirmase que sin los judíos, Francia no sería Francia. 

Y es necesario ir aún más lejos, ya que tanto las ofensivas militares y el bloqueo sobre la franja de Gaza como la anexión de Jerusalén, la ocupación de Cisjordania, la discriminación de la población palestina con ciudadanía israelí y la negación del derecho al retorno de millones de refugiados palestinos, son sin duda un caldo de cultivo para el reclutamiento de yihadistas, lo cual, de momento, es un fenómeno minoritario entre la población palestina, pero que sin duda desestabiliza la región y constituye uno de los mayores argumentos por parte de la Yihad global para combatir Occidente. Dicho en otras palabras, la política sionista del Estado de Israel promueve la guerra de civilizaciones y religiones, y por lo tanto, alienta el yihadismo. 

No deja de sorprender, en definitiva, que el primer ministro de un estado que ha cometido crímenes de guerra en Gaza, que ha provocado la muerte a miles de civiles palestinos en las tres ofensivas militares en la franja de Gaza durante los últimos años -en lo que se podría catalogar sin duda como terrorismo de estado- estuviese presente en una manifestación en favor de la paz y la tolerancia como la París. 

Escribe Enric Gonyalons Sureda

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